HOGUERA DE MÍ MISMO

Aquí os ofrezco una serie de poemas escritos bajo la sombra y la luz de la muerte.
La circunstancia de la pérdida de lo más amado deshizo cuanto de firme había en mi. Ahora sé que algo muy profundo en la conciencia amarró mi ser al tiempo... y transformó lo ocurrido en una serie de experiencias que dio como fruto estos versos, entre otras cosas. Deseo añadir que no concibo mi vida como algo que se construye para un fin.
El desenlace de estos hechos dio orden cronológico a las palabras que ahora siguen. Así pues, esta colección de poemas debe leerse como una unidad. Quizás, como un diario; un diario de lo perdido y también, en gran medida, de lo hallado.









Poema 1


Viví con la muerte
y morí con ella.
Viví con la locura
y me volví loco.
Amé tanto que olvidé mi nombre.
Ésta es mi historia.
Finalmente hice un trato con la vida:
desandaré lo andado;
quemaré en la hoguera de mí mismo
cuantos pasos haya dado en falso,
y lo que quede de ese gran fuego,
limpio de abalorios,
te lo daré a ti que me estás leyendo
para que hagas con ello lo que quieras.
















Poema 2


En la puerta de mi casa hay un cartel que dice:
“Traigo dolor, mejor cambia de acera”
La mujer que se aproxime a mí,
confiada y alegre,
saldrá golpeada.
No son mis manos las que ejecutan.
En mis manos sólo hay amor.
Traigo dolor a toda hembra.
Mujer confiada e inocente, aleja tus pasos,
conmigo duerme la muerte.
La vida ha querido
que aquello que más deseo:
un rostro preñado de compasión,
unos pechos sudorosos y ardientes,
se agrieten en mis ojos.
Que ninguna mujer se acerque,
¡os lo ruego!
He trenzado con la soga de la calamidad
el aire de este mundo.
¿Por qué mi amor se expresa de este modo?


























Poema 3


Como en un trapecio
la vida me devuelve a su origen.
Aquello que sujeté con pinzas de colores
ha sido descolgado
por el viento.
Vivo en un mar impetuoso.
No es casual que los truenos centelleen.
Lo que dejé a medias reclama ahora su punto y final.
Ciego, busqué las pinzas de mi vida,
y la vida me dio cuanto soñaba.
Sueltas las telas,
descosidos los remiendos,
el mar ha destensado cabos.
Sin yo saberlo vivía socorrido
por el gran albatros amoroso.
Perdidas sus plumas
y sin ningún otro propósito
que saber quién soy,
he levado anclas y navego,
sin mapa alguno,
hacia un yo desconocido.























Poema 4


Abandonado y abandonante.
Como sombras que se hubieran dislocado
del cortejo, el abandonado y el abandonante,
sin previo aviso y en conjunción funesta,
dejaron caer su negra cuarcita
sobre el tragaluz de mis ojos.
A mordiscos, arrancado del jardín de la ensoñación,
el abandonado sintió su desamparo:
la pérdida del abrigo nupcial,
la negación del lecho amniótico,
en el que viví, plácidamente,
media vida.
Aún quiso la muerte continuar su trabajo
descargando sobre mí, nuevamente,
el negro carmín del abandonante.
No impedir que la enfermedad
se estenosara en sus ojos terminó de oscurecerme.
Abandonado y abandonante.
Niño y hombre: amado y amador.
Establecido el fuero de la cosmología del alma en la conciencia.
Viudo de todas las esposas,
hijo de todas las madres,
tomo el camino de las sombras
sin nada que esperar
y sin nada que perder.




















Poema 5


¿Qué ha sido de mi vida?
No sé si podré responderte.
¿Quién podrá hacerlo por mí?
¿Has visto el cielo sin estrellas?
¡No puedes imaginarlo! O quizás sí:
¡Hay tanta muerte en todas partes!
¿Cuál es el valor de lo perdido?
¿Son los años suspirados?
¿Es la luz desparramada?
Te lo diré:
La colina que baña el sol, sencilla y solitaria, es lo perdido.
Cuantas colinas puedas imaginar, es lo perdido.
Ella era en sí misma la colina y la luz en un solo territorio;
cuantos soles puedas soñar, girando en una sola frente.
Besos. ¡Cuántos besos!¡
Labios. ¡Cuántos labios!
El fermento del amor en una risa,
y todo, machacado en el mortero de sus ojos,
fue el último suspiro.
Ése es el valor de lo perdido.
¿Sabes cómo cruje la madera de la secuoya al partirse?
¿Puedes imaginarte el corte de mi alma?
¿Cómo puedo responder a la primera pregunta?






















Poema 6


Dos muertes para renacer o para morir definitivamente.
Dos muertes que rompieron todos los retratos.
Dos razones que sirvieron
para no ser nunca más el mismo.
Dos hechos que transformaron la conciencia.
Uno, el dolor humano:
esfinge rota a golpes de huesos;
el otro, la conciencia vulnerada
por el miedo a la locura.
Dos razones que levantaron mis apósitos
y descarnaron lo fingido;
y pusieron sobre la mesa
de todas las estaciones
los platos dejados a medias
en el solipsismo del recuerdo.































Poema 7


Enterrar con tierra es tan fácil:
cubrir con arena las cánulas usadas,
olvidar las preguntas y respuestas que los dos sabíamos de antemano,
quemar las sabanas aún calientes, apagar la luz de los hospitales,
mirar hacia otro lado.
¡Culpable de abandono!
¡Culpable de no haber seguido hasta el final su pista funeraria!
¡Culpable de soltar su mano por fría,
y no ser yo el muerto!
¡Culpable de ser uno el que establece los límites del tiempo!
¡Culpable por desear su ausencia antes de hora,
para no ver la luz secarse en su boca!
¡Culpable de no morir con ella!
¡Culpable de ser ella el muerto
y uno el vivo que la contempla!
¡Culpable de ser el último en cerrar la puerta!






























Poema 8


¡Es tan verde todo!
¿Por qué no he muerto?
¡Es tan verde todo!
¿Por qué sigo aquí?
¡Es tan verde todo!
¿Por qué mis oídos escuchan el viento,
y mis párpados se cierran fruncidos
por el sol del verano?

Sé que estoy aquí por otra causa.
¿Crees que sigo atado a la belleza?
El chasquido de dos lenguas
y dos hocicos husmeando mi rostro
siempre me ha sobrecogido.

Estoy aquí, no porque ame la vida o lo vivido.
Estoy aquí porque mis ojos han quedado dilatados,
y no retornan a su aro.
Pido perdón por no morirme.
Es sólo una tregua en el tiempo.
Algo me ha cogido de la boca, ha metido su mano
y ha sujetado todos los ganglios de mi espalda.
Es una bestia fecunda que me impela a recorrer
en el vagón de la duda fértil,
todos los páramos desterrados
y todas las verdades interpuestas.

Estoy aquí -queda tan extraño decirlo-.
Pero, ¿qué puede pasar que ya no sepas?.
Estoy aquí,
para morir en todas las muertes,
y renacer en cada una de ellas.












Poema 9


Sólo hay una muerte:
la que es para siempre.
Morir al sueño del ayer
y a la vigilia del mañana.
¡Morir para siempre!
Despertares, ensoñaciones, esperas...
¡Morir para siempre¡!
La luz en los ojos del ausente.
El descreimiento del alma en migajas.
La muerte sin sombra, sin vástago.
La muerte a solas.
El adiós definitivo:
la cremación del adiós mortuorio.
La muerte de la memoria recreada.
Vivir para morir a las cenizas del ayer;
del ayer devorado por la muerte,
del ahora multiplicando sus constelaciones.
¡Morir para siempre!
Morir conocido y nacer sin nombre...

























Poema 10


Momificado el cuerpo.
Momificada el alma,
estiro de las vendas suavemente.
Una tras otra caen,
se desenrollan y caen apartadas de mí.
Miro el perfil de mis carnes y de mis huesos.
Toda la materia carnal alineada y dispuesta
para un nuevo batir en el sudario de lo conocido.
Oigo reír mis voces frágiles y diáfanas.
El salero negro de olas turbulentas
desenreda su aguja finalmente.
Soy sal de todos los tiempos.
Voy hacia todas las marismas.
El que se está haciendo,
atrae ante sí un ciclón de arrullos
y un millón de aspersores salvajes.






























Poema 11


Siento que las horas de la nostalgia se han fundido.
Todo se está quemando, ardiendo.
¿Qué quedará después de este gran fuego?
He vivido con la tristeza largamente.
No era una tristeza por mí,
era una tristeza por lo que mis ojos han visto
y mi corazón no ha podido soportar.
¡Era tanta su pena, tanto su ardor!
Atrás quedaron las horas de la tristeza.
No me despido con entusiasmo.
No hay pena en mi adiós.
Simplemente todo ha ardido en mi corazón
y no sé en qué me estoy convirtiendo.

Siento que empiezo a bailar y a decir adiós.
Atrás quedó el consuelo de la ternura
que busqué y me respondió.
Un universo de preludios repica dentro de mí
abriéndose paso inexorablemente.
¡Cómo arde su llama!
Apenas sí me reconozco.
¡De nuevo se amasan los corales en mi corazón!
Me acerco a la puerta.
¡Cuanta luz!
¿Adónde voy?
¿Qué es esto?
¿Es acaso la vida?
¿Podré mirar?
¿Podré ver?
Doy un paso,
luego el otro,
y abro la puerta de par en par.












Poema 12


Preso en el cadalso de mi cuerpo,
la carne estableció sus límites:
pulmones y ojos, piernas y brazos,
sangre... aire, agua y semen.
Se me dio la medida justa.
Nacer a trote con el órdago
del viento como gotero.
Establecidos los límites del cuerpo,
establecidos los límites del alma,
el dolor hizo el resto.
La libertad soñó en mi mente,
y la mente soñó la libertad.
Preso y atado al tiempo.
Errabundo, sonoro, incandescente,
he militado en el ejército de la noche crepuscular.
Desertor y prófugo, efímero,
rompo los votos de castidad,
y salgo a la luz, desamordazada,
de la libertad interna.


























Poema 13


Nada me pertenece.
El recuerdo es la mayor de las pertenencias:
el recuerdo de lo bello,
el recuerdo del adiós,
el recuerdo del beso
el recuerdo del dolor.
He santificado todos los adioses,
todas las despedidas.
Soy: el sin nombre,
el gran desconocido.
El que a todo dice adiós,
y el que a todo saluda entusiasmado...

































Poema 14


¡Todos los astros han caído!
¡Todo el cielo florece!
¡Todos los astros han caído
sobre mi corazón!
¡Ya no quedan rescoldos!
¡Ya no quedan cenizas!
¡Todos los astros han caído
y el cielo florece sobre mi cabeza!
El viento de primavera
ha sacudido las hojas muertas
y un nuevo viento sopla dentro de mí.
¿Qué he sido?
¿Qué seré?
¿Qué es ser, ahora que la lluvia deshizo trazas y giró veletas
y desguarneció escenarios?
No hay plumas viejas
sobre las cuales dormir.
El viento se lo ha llevado todo.
Camino bajo un cielo sin estrellas
donde una sola luz
alumbra sin cesar.
























Poema 15


¡Vida loca!¡
¿Por qué me quitaste todo,
y ahora me lo das multiplicado?
¿Hasta dónde crees que puedo contenerte?
El cubo de mi conciencia
se vació por completo de todo lo bello.
Una lluvia de estrellas ha caído dentro.
Y el mismo cubo
que pronunció su nombre mil veces,
se llena ahora de tulipanes amarillos, verdes y azules.



































Poema 16


Extiendo toda la piel de mi cuerpo
sobre la tierra del camino.
Dejaré que la pisen los perros venideros
y las yeguas tempranas.
Extiendo todo mi ser.
No dejo nada dentro de mí.
Vuelco sobre esta tierra seca,
mis lunas preñadas de sonrisas,
mis dientes de león africano,
mis azulejos mordidos por las esquinas.
Todo queda a la vista,
para que pueda mirarme aquel que así lo quiera,
y para que yo pueda mirarme, libre de propósito,
sin nada que ocultar ante mis ojos.
Un cielo morado de tiernas nubes
deja caer su leve sombra,
en la novísima marisma de mis venas.
El agua de este cielo,
el aire de este día,
el viento de este ocaso,
quiero que pase lentamente
sobre mi cuerpo desnudo,
para que todo lo que tenga que ser sea,
para que todo lo que haya de ser, sea.
Y que así sea,
hasta el final de mis besos,
de mis sombras,
y de mi pasión.

















Poema 17


Una a una
aparecen ante mí.
¡Cómo puedo soportar tanta dicha!
Esperaban en algún lado, quizás fuera
o perdidas dentro.
Salen de todas partes como libélulas amarillas.
Son alegrías que se retuercen y recorren mi mente;
y trepan por las asas
que antes sujetaron pena,
y ahora fabrican naranjas en mis ojos.
¡Qué puedo decirte a ti que has escuchado mi lamento inicial!
Las recibo con lágrimas nuevas, frescas y jóvenes.
En ellas me baño, inocente, purificado,
sin el salitre de los hospitales
y de los internados.
Con su sal de agua derretida
mis huesos dibujan estrellas otoñales.
En esta tarde de luz, iniciado junio,
y con el amor latiendo a las puertas de casa,
se vuelcan sobre mi corazón alocado, tenazmente,
todas las risas concebidas.
Estoy sin voz para explicarlo,
sin palabras para nombrarme.
Quizás el tiempo de la extenuación,
el tiempo de los versos,
el tiempo con el que construí la voz que escuchas,
está a punto de otorgar
su ultimo compás;
y el tiempo de mi vida
se ha dispuesto,
sin yo saberlo,
para vuelos inesperados...













Poema 18


Cada gota de agua de este mar la respiro.
Respiro el aire de mis perros.
Respiro cuanta belleza se aproxima.
Cuanta fealdad se aleja
la atraigo hacia mí,
-no quiero que se escape sin hacerla mía-.
Lo bello y lo feo
descansan en mis manos.
Se despeja la niebla.
Es temprano. Está saliendo el sol sobre el mar,
y su aura presencia hace crepitar la senda de luz
que delante de mí se expande hasta el infinito.
En este día puedo decir,
que sin previo aviso he resucitado.
Sólo así lo puedo expresar.
El dolor del hombre me había tragado,
y por su misma boca me devuelve a la vida
con una fuerza que pocos conocen.
Doy gracias ampliamente
a cuanta muerte moró en mi costado
por haberme hecho crecer en amor y compasión.
El que ahora tenéis delante de vosotros
es nuevo para el mundo
y para sí mismo.
El pulmón de la conciencia
ha tragado todo el aire de este cielo.



















Poema 19


He dejado que hable el ayer.
El paseante con perro
ha plantado semillas
que almacenó en su bolsillo de arena
y que solas germinaron.
El calendario lunar
hará que crezcan o perezcan,
pero nada alterará,
en este tiempo
ni en el venidero,
el genuino tamborileo de su canto.

Conocido el origen de mi alegría,
y de mi alegre tristeza;
comulgado y fagocitado el tiempo transcurrido;
hereje e infatigable,
estrecho vuestra mano
y me despido de vosotros: amoroso, indómito, danzante,
sobre la llama cefalópoda
de la hoguera de mí mismo.